Berlín

Llegué 5 minutos antes de la hora, a pesar de que ella no me estaba esperando. Llamé al timbre y, aunque había pasado más de un minuto y no había contestado, sabía que probablemente estaría en casa; siempre tarda en contestar. Antes de llegar al ascensor miré en su buzón. No había nada, claro, porque desde pequeña tenía la costumbre de mirarlo tres o cuatro veces al día.

A pesar de estar subiendo en ascensor noté como se me aceleraba el pulso. "Y no se acelera así de pulsar un botón" -murmuré. La puerta estaba entreabierta, así que entré y me dirigí al sofá, que era el único que parecía tener ganas de verme.

Ví a Berlín al fondo, entre botes de crema, pintauñas y sprays de laca. Le saludé pero a penas se inmutó. Mientras ella se acicalaba, yo seguía sentado en aquel sofá de piel negro pensando en si había hecho bien en ir. De pronto oí sus tacones acercándose y, como un rayo, pasó delante de mí dejándome entre una nube de humo de cigarro y su perfume de mora. "¿Cuándo entenderás que las botas de montaña son para la montaña?" -me dijo sin mirarme.

Me puse a pensar en lo que me había dicho mientras ella se acababa de perfilar los labios con un color rojo intenso, lo único que daba vida a su cara. Siempre de negro, siempre con ese tono de piel tan blanquecino.

Me quedé fijamente mirando el carmín con el que había marcado su cigarro mientras éste se consumía en el cenicero, casi como yo. "¿Por qué no te vienes a casa a cenar?" -le pregunté indeciso. Me lanzó una mirada que me dejó como su color de piel, pálido; me miró como se mira ella cuando se depila las cejas, preocupada de no hacerse daño con sus propias manos. "No, estoy cansada, hoy no salgo" -dijo. "¿Acaso se viste así para quedarse a ver la TV?, ¿quizás espera a alguien?" -pensé. Asentí con la cabeza cuando me dijo que no iba a salir, aunque tanto ella como yo sabíamos que me estaba mintiendo. En ese momento el filtro de su cigarro empezaba a quemarse, así que estiré la mano y lo apagué. Vió que me incorporaba y preguntó "¿te vas ya, hermanito?", y, aunque aún no sé porqué, le dije que sí. Se acercó y me dió un beso en la mejilla. Mi corazón se volvió a acelerar aunque esta vez no había botón.

Desde pequeña había conseguido lo que quería de mí, y ahora yo no podía conseguir lo que quería de ella. Salí de su casa y me dirigí a la que hacía un tiempo había sido nuestra. "Deberían matarme por pensar esto, aunque si me atreviera, le rogaría" -pensé.

7 comentarios:

Sus dijo...

Un ensayo no... algo que tenía en la cabeza.

La moraleja es la que tú le saques. Si le sacas.

;)

Sus dijo...

Imagino que querrás decir "incesto".

Hmmm, sí, podría tratarse de eso.

Anónimo dijo...

Berlín, Berlín, Berlín... la misma que conocía a D. Gale?

Sus dijo...

Que va, esa no se parece a mi Berlín en nada...

;)

Vakulinchuk dijo...

Si es algo que tenías en la cabeza, rebusca un poco, a ver si te has dejado más cosas como ésta dentro. Sería una verdadera lástima. ¿Y tú decias que el Luther Blisset ese, o como se llame, escribe bien? Un auténtico becario a tu lado, nena.

Por cierto... mmm... ¿Tú eres hija única, no?

PD: Inciesto es lo que hace Gasol, no? Inciestando la pelotita se gana la vida, je, je. It's a bad joke, but it's mine.

Sus dijo...

Jajaja, sí, hija única... jajaja!

Rebuscaré, rebuscaré ;)

PD: No está tan mal el chiste... a mí me ha hecho gracia :$

manel dijo...

Me mola bastante. Espero que nos sigas sorprendiendo... Sobre el incesto yo también tengo que decir algunas cosas. Ya lo verás, está en fase de postproducción.

[en cuanto pueda te paso las fotos]

1bsazo