
La clonación es una práctica chunga. Eso está claro. Debe de ser realmente inquietante ver a alguien exactamente igual a ti en la acera de enfrente. En estas situaciones la gente suele preguntarse si abordaría a su copia viviente con una sonrisa forzada y algún tic nervioso o si se quedaría allí, clavado en medio de la calle, estupefacto al verse a sí mismo reflejado (y no en el agua o en un espejo precisamente), preguntándose si también será fan de NIN o si odiará la salsa carbonara como él.
A mí lo que me encantaría tener es un clon de gustos e intereses. Una persona físicamente diferente a mí pero que se quisiera apuntar a los mismos saraos que yo. Nada de llorar porque no encuentro a nadie que me acompañe a un concierto o a una exposición: siempre puedes recurrir a tu oveja Dolly espiritual, compañera de sudores musicales y largas colas de espera. Pero no, la clonación no existe y las ovejitas sólo saltan la valla. Vaya por dios.
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