Ya es una constante dedicar parte de este blog a contar mis experiencias en los viajes que estoy haciendo aprovechando mi situación estratégica, y de todas las ciudades italianas faltaba una de las grandes: Venecia. Mi "primera vez" fue a principios de febrero, con una compañía inmejorable; mi segunda vez (con todo lo que ello implica) fue a finales del mismo mes. Ya véis, engancha.
De los 365 días que tiene el año hay uno en concreto en el que ir a Venecia se convierte en un sueño hecho realidad: el martedì grasso. Como la 'distancia' entre Bologna y Venecia es de tan sólo 7.90€ decidimos ir a pesar de haber dormido cuatro horas mal dormidas. Nada más salir de la estación de la (segunda) ciudad de los canales nos encontramos con una bienvenida un tanto colorida: cientos de personas pagaban para que les pintaran la cara y así ir en consonancia con la fiesta. A pesar de que se nos abalanzaron ofreciéndonos coloretes, purpurinas y piedras que simulaban ser preciosas, logramos no sucumbir y seguir dirección a San Marcos, donde iba a tener lugar el desfile de los disfraces, también conocido como "la passerella".
De camino nos cruzamos con niños, jóvenes y no tan jóvenes que, borrachos o no, escondían su identidad tras máscaras y disfraces. La verdad es que me encanta la filosofía de esta fiesta, donde nadie es nadie, donde nadie es todos, donde aquel podría ser yo. O tú.
Miles de personas abarrotaban la famosa plaza de las palomas (bautizadas por mí como 'pollos'), así que ver el espectáculo se ponía difícil. Después del desfile, donde no pude ver nada, los disfrazados bajaron y comenzaron a pasear entre todos los allí presentes. Saqué mi cámara y empecé a disparar. Después de que la batería me dejara tirada (fallo mío, eso sí), me 'apoderé' de la de L. En ese momento sentí que me transformaba en algo así como un paparazzi porque al segundo empujón que recibí decidí unirme a la actitud de la mayoría. Este año abandonar no es una opción.
Los disfraces eran tan distintos unos de otros y tan increibles que sería incapaz de quedarme sólo con uno. De hecho, me encontré con Batman, y aunque hacía bien el papel no me convenció tanto como otros, más clásicos, más de postal: las hermanas de azul, la pareja de argento, las rusas, la mujer de rojo, los 'minimalistas', el plumitas y el jardinero fiel. Y me dejo muchos. Me llamó la atención que gran parte de la gente que iba disfrazada (a lo grande) era francesa, aunque por haber había hasta japonesas. Y todos y cada uno de ellos cuidando al máximo cada pequeño detalle. Sobrecogedor. Tanto que hasta nos dió por imitarles: sucedáneo pero divertido.
De principio a fin me sentí del mismo modo: privilegiada.
4 comentarios:
Jooooooooooooooo!!!!!!
Bueno, al menos espero que la próxima vez que vayas... sea conmigo, jiji. (Y si no la siguiente, a la próxima).
PD: Me ha encantado la foto de las japonesas, tengo que asustarme?
Volveremos seguro! Con el sol que hará en mayo... hmmm :) Espero que los pichones de la plaza de San Marcos se vayan de vacaciones porque el calor me quita la paciencia, jajaja! POLLOS!
PD: No, no, sólo llevaban lentillas a lo 'V'.
M'encanta el post!!
La veritat és q va ser un dia genial, amb excessiva multitud, però l'ambient i l'humor de les disfresses feia que quasi no te n'adonares de l'agobio...
Tornarem, i tant que tornarem!!
I ho farem també el proper Martedí Grasso, aquesta volta per viure la festa de nit... O no??
:D
PD.- T'he linkat el post... Per a què repetir tot el que ja havies dit tu? :P
PD2.- Àsies!!
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